¡Juegue con ellos! Dele Ud. También es un peluche: ¡Asegúrese que no esté todo predeterminado!
El juguete es un concepto imprescindible y en el que toma su máximo valor en el contexto del desarrollo humano. Es a través del juguete que los niños exploran, descubren, aprenden e interactúan con múltiples objetos y problemas que forman una parte importante de su adecuado desarrollo como individuos.
El compañero se convierte en la pantalla donde se proyectan sus propios estados emocionales que, de esta manera, pueden ser articulados y así se los puede manejar. Los peluches están allí cuando los niños sienten que han sido dejados solos, les dan un firme equilibrio y funcionan como compañeros de conversación y de esta manera contribuyen, a tener resistencia psicológica.
Sin embargo en la época actual, el juego se ha supeditado a las grandes corporaciones y grandes marcas que utilizan los juguetes para fomentar un sistema de vida, marcando patrones y hábitos de consumo, no dejando sitio a esta relación ya que el producto lleva la voz cantante.
Personajes de este tipo están presentes hoy en día en todo tipo de series animadas, películas, videojuegos e incluso como mascotas deportivas o logotipos empresariales. Estos personajes aparecen con la misión de contagiar ciertas características o comportamientos, atribuidos por humanos, a la persona o conjunto de personas que representa.
Eso es la figura del niño, es una necesidad de demanda, la deshumanización del juguete y la colectividad, es la piedra angular de todo sistema capital y de la globalización.
A través de estas obras planteo la simbiosis entre los niños, las marcas, y los juegos, estas dos últimas se encargan de alienar los sistemas del niño y limitando su sistema de relación social. Cambiándolo, transformándolo hasta tal punto que se desfigura su propia niñez. Es decir, prepara al niño para un nuevo rol, y lo que queda es la creación en collage de distintos hábitos, consumistas .El niño queda en última instancia, detrás de la maraña, la dislocación de la manipulación sufrida y así pueden servir como una especie de comunicador de producto y mediador entre padres e hijos.
El niño, detrás de la máscara creada de la falsa niñez se convierte en una serie, una referencia de catalogo, una especie de avatar o una representación gráfica, totalmente distorsionada que se asocia a un usuario para su futura identificación en su demandad. Se posiciona detrás del juguete–producto adquiriendo esos valores potenciando la anestesia emocional y siguiendo la pauta de, lo que denominamos redes sociales.