Volver a acceder a estas fotografías supuso enfrentarse con un archivo de imágenes fotográficas que, a priori, le distanciaban de la pantalla catódica desde donde solía rastrear los dispositivos configuradores de las subjetividades contemporáneas. Eran fotografías familiares en el espacio doméstico, imágenes donde tanto él como su hermana aparecen en un sinfín de situaciones de la vida cotidiana. Un archivo de intimidad desdibujado y dañado por el paso del tiempo que adquiría un valor de objeto único y no reproducible al no contar ya con las tiras de película de negativo. Serán, algunas de estas copias fotográficas, únicas y no reproducibles al menos desde su negativo original, las que seleccionaría López Martín para construir un nuevo álbum-archivo desde donde seguir repensando los códigos moldeadores de su propia identidad.
El álbum fotográfico de López Martín nos pone antela tesitura de intentar encontrar las razones por las que, pese a nuestro consumo masivo de imágenes mediáticas de alto contenido monstruoso, en la vida real la diferencia física todavía nos sigue violentando de tal manera que se convierte en pura patología. Supone enfrentarnos a nuestros más profundos prejuicios y complejos sobre la apariencia monstruosa de nuestra propia corporeidad cuando se expone a los mecanismos mediáticos de construir subjetividades y cánones de belleza. Pasar sus páginas nos invita a cuestionar las formas en las que desde la infancia hemos sido socializados desde lo lúdico y los bulímicos modos de consumir lo violento y lo monstruoso en los que todo nativo digital ha sido educado.